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CALCETINES DE LANA
Leonardo Martínez Expósito
Aquel día no parecía diferenciarse de
cualquier otro y, sin embargo, por algún motivo que no acertaba a discernir, me
sentía extraño. Todo estaba en su sitio, funcionando correctamente, igual que
otros días. Los microprocesadores tenían batería para aguantar el trajín diario
sin problema; hacía frío, si, pero los calentadores incorporados en guantes,
sombrero y calcetines estaban cumpliendo su función; comprobé el dial de la
temperatura programada en mi reloj de pulsera,… ¿mi reloj de pulsera? ¿Dónde
tengo mi reloj?,… ¡ah!, que tonto, no me acordaba, el día anterior me había
comprado las nuevas gafas de control total y había reprogramado todas las
funciones de mi antiguo, de mi obsoleto reloj de pulsera, a un leve golpe, una
caricia en el lateral de mi gafa.
De súbito un estruendoso timbrazo me
sobresaltó; pegué un salto en la cama, le di un manotazo al despertador de
campana y me di cuenta que aún estábamos en 1960.
Los calcetines seguían siendo de lana normal
y corriente.
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