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PRESTRENO
-¡Ese
crítico hijo de su madre no tiene ni repajolera idea!
-Déjalo.
No le des más vueltas.
-¿Cómo
que no le dé más vueltas? ¿Pero escuchaste lo que dijo?
-Solo
con un oído. El malo. El otro lo reservo para cosas verdaderamente importantes.
-Pues
yo no seré importante, porque me parece que tampoco lo estás usando conmigo.
¡Es increíble! El tipo te insulta, pone la película de vuelta y media, y tú no
dices nada. ¡Nada!
-Yo no
hablo; dirijo. Son dos cosas muy distintas.
-Claro,
claro. ¿Y yo, eh? ¿Qué hago yo?
-Sulfurarte
por los dos.
-¡Por
supuesto! Uno de los dos tiene que hacerlo al menos. ..Mira que vuelvo y le
parto la cara al botarate ese, ¿eh?
-Y seguro
que eso lo arregla todo, sí.
-Pues
tú dirás qué hacemos. ¿Es que no te escuece a ti?
-Solo
digo que no tiene sentido ponerse así.
-Pero
¿y si le hacen caso? ¿Y si nadie va a verla por las cuatro pamplinas que ha
soltado el loco ese?
-Da
igual. No hago películas para eso.
-¿Pues
para qué entonces?
-Para
no tener que preocuparme nunca de lo que hacen los demás.
David Hernández Ortega