Primera vez
Dicen
que tengo buena memoria. Soy consciente de ello al recordar el día en el que
cumplí cinco años. El hoy desaparecido cine Ronsel
se me antojaba un edificio de increíbles proporciones a mis ojos inexpertos. Y
la sensación de inmensidad al entrar en aquella sala oscura, silenciosa y
vacía, contrastaba con el gran algarabío que acaecía en la calle. Tras unos
minutos, la luz llenaba el espacio y, súbitamente, se hacía la magia para crear
un mundo nuevo, real y ficticio al mismo tiempo. Daría lo que fuese para poder
ver mi rostro en ese mismo instante, observar el reflejo irrepetible de las
primeras veces. Era tan sólo un niño y, sin embargo, comparto muchas cosas con
aquel momento tan lejano en el tiempo y tan cercano en la memoria. Varias décadas
después, sigo sin faltar a mi cita. Aunque mi padre olvida por momentos
aquellos resquicios del pasado y del suyo propio, los revive cada sábado con
escenas que marcaron su vida. Le miro desde mi butaca contigua y, a veces, su
rostro se llena de sorpresa y expectación, como una nueva primera vez. Me doy
cuenta entonces del gran tesoro que ambos compartimos.
Rut Oliveira Martínez
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