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Foto cartel propiedad de la productora |
EL DOSDE
En mi niñez mi tía Juanita me llevaba al cine del barrio que se llamaba Dos de Mayo pero que los vecinos le conocíamos como el dosde.
“Echaban” dos películas, decían que por lo menos una era buena, debía ser cierto, porque recuerdo atravesar llanuras polvorientas sentado en la diligencia de John Ford y acurrucarme en el regazo de mi tía para no ver como el atractivo psicópata Norman Bates, con las ropas y peluca de su madre, cosía a cuchilladas a una aterrada Janet Leigh al compás de unos sonidos que nunca ya olvidé y que he utilizado mentalmente contra los pesados que han cruzado por mi vida.
Ya adolescente, frecuenté con mi vecina Adelita la famosa fila de los mancos, siempre luchando entre mi desbordante virilidad y ese acomodador represivo, que blandiendo su linterna nos dirigía un fuerte haz de luz que creía que era el ojo de Dios que todo lo ve.
Hace décadas que el dosde desapareció y quizás dentro de poco desaparezca yo también, deseo que me espere donde sea, y si veo a tía Juanita a mi lado y John Wayne me hace un sitio en su diligencia, sabré que estoy en el cielo.
Félix Domingo Ayuso (Madrid)