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BENDITOS SUEÑOS
Rocío Molina Arenas
Un accidente de tráfico le arrebató la vida
a Raúl, dejando a su mujer Inés y a su pequeño de cinco años, Abel, con el alma
rota. El dolor era tan intenso que las palabras se rompían antes de ser
pronunciadas y los silencios inundaban la casa. Una noche algo extraño ocurrió,
Abel se puso las gafas para ir a dormir, y siguió haciéndolo las noches
posteriores. Al principio Inés no dio importancia al raro comportamiento de su
hijo, pero finalmente no pudo obviarlo más.
—Abel,
hijo ¿por qué todas las noches te pones las gafas para dormir?
En un principio el niño guardó silencio,
pero al final confesó.
—Es
para ver bien a papá. Viene a verme en sueños todas las noches, y sin gafas no
le veo bien.
Inés besó su frente, cerró la puerta tras de
sí y rompió a llorar en silencio. Aquella noche ella también se puso las gafas
para ir a dormir y decidió que lo haría siempre. Estaba segura de que Raúl
también iría alguna noche a visitarla en sueños. Ya con la cabeza en la
almohada sonrió por primera vez en semanas, mientras susurraba para sí: Benditos sueños…
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