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ACTA EST FABULA
Abel Santos Sánchez
Su vida había sido un compendio de malas
decisiones. Una sucesión de determinaciones desacertadas que le habían llevado
a la actual situación. Desde que abandonó sus estudios de enseñanza secundaria
cada paso era un error. Se emancipó temprano de lo que le quedaba de familia.
Alquiló, compró, vendió, volvió a alquilar. Ahora, a las puertas de los
cuarenta, experimentaba la denominada crisis de la mediana edad. Necesitaba
tomar vitaminas a diario en sus solitarios desayunos para poder hacer un
deporte que no había respondido a sus expectativas. Trabajaba por inercia en un
puesto que distaba de su vocación. Miraba con nostalgia las películas de autor
y escuchaba canciones de grupos de los ochenta en su iPod. Había plantado un
árbol, cómo dijo un filósofo cubano, pero no tenía hijos, aunque le hubiera
gustado, y no había escrito ningún libro, pero sí leído muchos. Todo para
llegar a esta tesitura. Solo, dentro del furgón, rodeado de sacos de dinero y
mirando el cañón de
su revólver calibre treinta y ocho especial. Trabajar, dormir, pagar facturas.
Un disparo en la sien acabaría con su vida deshonrada, rechazando cualquier
tipo de muerte natural en la tercera edad. El último mal paso.
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