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MICRORRELATO FINALISTA
AGONÍA DE UN BOLARDO EN DOMINGO
Juan José Sánchez González
El coche debió golpearlo con el furor impaciente de una noche de sábado.
El caso es que el último de los bolardos de la fila hincada frente al
escaparate de la farmacia, amaneció el domingo inclinado hacia el interior de
la acera. En la templada mañana, aquel poste metálico se torcía como un negro
zarpazo desesperado, lanzado contra el claro orden del día con la ebria furia
de quienes ansían vida y carecen de futuro. La tarde somnolienta fue cayendo
indiferente sobre él, hasta que se puso el sol y sus rectos compañeros de acera
encendieron sus blancas luces lechosas. Pero el lastimoso bolardo torcido solo
era capaz de lanzar intermitentes destellos que hacían más intensa la trémula
angustia de la noche, parpadeando en los rostros de fin de fiesta de quienes
solos y encorvados cruzaban a su lado, regresando a casa, descendiendo una vez
más hacia el absurdo abismo del lunes. Fue casi al despuntar el alba cuando
emitió su último destello, cuando su lenta triste agonía terminó, y su fuerte
cadáver mudo se hundió en la fría mañana del trabajo, vacía de sueños para la
gente sin porvenir.
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