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AQUELLA TARDE
Patrocinio Gil Sánchez
Entonces… se escuchó un grito
como de fiera herida que resonó por todas las callejas y se coló por las
rendijas de las ventanas de la escuela porque María, la tonta, se ahogó en el
abrevadero.
Yo tenía siete años cuando sucedió aquello. Lo recuerdo, porque esa
tarde, un camión oscuro con tres hombres armados se llevó a la seño Margarita,
que olía a aroma de espliego y tenía ojos azules como el cielo y transformó la
escuela en que aprendimos a leer y a escribir casi sin darnos cuenta.
Fue una tarde serena que el aire hizo poesía y la luz florecer a los
cerezos, y la brisa de aquella primavera, nunca pudo borrarnos el color de sus
ojos azules como el cielo. Que la noche, como a una madre cuando le duele mucho
la tristeza, soltó un grito desgarrador que se colaba por entre las rendijas de
los sueños.
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