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Tu butaca favorita
Volvió del cine con
las manos en los bolsillos. Durante un rato se tumbó en el sofá a ver como el
humo de su cigarrillo se desvanecía en dirección al techo. La luz amarilla de
las farolas de la calle se colaba entre las rendijas de las persianas
metálicas. Pensó en Carlota ya sin desánimo, como una mancha que ya no impregna
su alma de mugre, como el cerco de un vaso en una mesa de cristal. Piensa en
escribirle un poema en que acabe diciéndole yo soy más que tú, por que mi alma
ha saltado desde el oasis de tus ojos al océano de mi amargura y ha salido
vibrante y asfixiada, pero ahora todo ha pasado, y puede que evocar tu nombre
rasgue la costura de una herida abierta que siempre quedará en la memoria desde
aquel día en que volvíamos los dos del cine y tú habías llorado frente a la
pantalla, y yo me tumbé en el sofá a ver como el humo se desvanecía en
dirección al techo y entonces no pensé en escribirte ni en echarte de menos
cada vez que voy al mismo cine y me siento junto a tu butaca favorita.
Daniel Coro Tapper
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