Elizabeth Taylor en CLEOPATRA de Joseph L. Mankiewicz (1963) Foto propiedad de la productora. |
ÚLTIMA FUNCIÓN
Nunca más, se dijo el anciano. Al día siguiente se habría jubilado, y poco después su viejo cine sería una de tantas anónimas bajas en la desigual batalla contra los grandes centros comerciales.
Solo dos personas acudieron aquella tarde, una pareja joven; ella algo más que él, ambos bien vestidos y arreglados para la ocasión. El viejo salió de la sala sin dedicarles una segunda mirada y justo cuando se dispuso a cerrar las puertas observó cómo él chico ayudaba a su dama a quitarse el abrigo, la sonriente mirada que ella le devolvió, y el beso que compartieron en la penumbra del patio de butacas. Fue un beso en los labios puro y perfecto en su simpleza, como aquellos de las películas que tanto echaba de menos…, y entonces le pareció estar viendo a una dama sureña que jamás volvería a pasar hambre, y a un duro detective de gabardina gris, y a una Cleopatra con los ojos violeta, y a un ser que lloraba por unos recuerdos que se perderían como lágrimas en la lluvia…
El anciano sonrió, y supo con absoluta certeza que al día siguiente abriría las puertas de su cine para volver a presentar batalla.
1 comentario:
Es estupendo el haber podido leer todos los microrrelatos en este blog y te mereces un descanso.
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