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CINEMA PARADISE
La tarde en
que el Paradise estrenó “Astrid, la novicia traviesa”, la primera película
porno en 4D, Basilio aguardaba impaciente
en su mugrienta butaca habitual, tratando infructuosamente de encontrar
su petaca mientras se ajustaba esas extrañas gafas sobre sus anteojos de miope
extremo. Comenzó la proyección y dio un respingo. Los actores campaban a sus
anchas fuera de la pantalla haciéndole sentir un voyeur agazapado. Asombroso. Tras un preámbulo de acrobacias
sexuales variadas, Astrid recolocó su tocado de novicia (única prenda que
vestía) y se dirigió a Basilio con provocadores mohines gatunos. Se arrodilló
frente a él y, con certeros movimientos, liberó su incipiente erección y se
empleó a fondo en darle placer con sus voluptuosos labios, paradójicamente
húmedos y calientes, pese a su condición virtual. Naturalmente, Basilio no pudo evitar dejarse hacer mientras sujetaba la petaca
entre sus manos temblorosas. Y allí permaneció, pase tras pase, hasta el final
de la última sesión. Extasiado, incrédulo, convulso. Inerte. Cuando el
acomodador le zarandeó, ya de madrugada, su rostro era el de un ser enamorado.
Horas después, acomodador y forense
coincidieron en que había muerto de un estrepitoso y masivo fallo
cardíaco. De puro amor.
Jes Lavado
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