Banda
sonora
Una paloma traspasó la lente de la cámara
haciendo volar con su aleteo en blanco y negro las pestañas prematuramente
canosas del niño prodigio que estaba a punto de descubrir el número de trancos
del podenco andaluz por cada cien metros recorridos. Pero qué digo. Un
contraplano, una mente maravillosa, y un guión siempre golpeando el cajón de mi
mesilla. Estoy tirado en la cama, solo, con dos huecos en el colchón. Ella me
dejó ayer, harta de que cuente siempre historias que no vivo, ni dejo vivir.
Estoy sudando, y mi buscona imaginación se va al Gainsbourg actor, director y
provocador, que fue un héroe por tirarse a una tal Brigitte Bardot. Miento, eso
sólo es anécdota. Me distrae lo accesorio porque en la pantalla es asunto no
despreciable. Me pitan los oídos. La música de la banda sonora sale de una
respiración con el pecho de madera y el corazón astillado. El amor sale del
celuloide y en ocasiones vuelve a él. Pero en la vida real no hay finales hasta
el final.
Luis Amézaga
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