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RENUNCIA
Helena Josefina Collazo Vilarelle
No sé si fui culpable de perderlos, pero les
amo tanto, que preferí que tuvieran una vida estable. No podía soportar ver
cómo enflaquecían a mi lado y cedí
la custodia de ambos a su padre. Ellos vivían al otro extremo de la ciudad y yo
hacía a pie el recorrido; no contaba ni con las monedas necesarias para pagar
el metro o el autobús. La extrema debilidad de mí cuerpo no me permitía el
largo recorrido en la totalidad de
las fechas señaladas para que los visitara, más cuando iba, que era en la mayoría de las ocasiones, toda vez
que pernoctaba en la oquedad de un edificio abandonado, adecentaba mi figura en
el aseo de la compañía de trenes. Pasó el tiempo y llegó el momento en que
comprendí que me había vuelto una extraña para ellos. Lo peor fue detectar el
escrutinio a que sometían mi vestimenta y el modo en que rechazaban mi pobreza.
Cuando me percaté de la vergüenza que sentían al tener que reconocer ante sus
compañeros de escuela, que era su madre, aunque se me partió el corazón me
aparté definitivamente de sus vidas.
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