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Censuras varias
De “grande” me ha dado por
dividir mi vida en etapas. Será porque mis nietos dicen que pertenezco a la
tercera edad. Lo cierto es que me he puesto a pensar en el cine y puedo
diferenciar claramente cinco momentos. La primera, fue la etapa de las sesiones
continuas: tardes en familia comiendo pipas, altramuces y bocadillos, viendo
dos y hasta tres pelis en el cine del barrio. Cuando apareció la censura mi
fértil imaginación multiplicaba por mil un trocito de piel apenas atisbado y
salíamos de los estrenos comentando si
el original sería tan surrealista como el resultado. Más tarde llegó el destape,
donde de tanto mirar perdimos la picardía y hasta el gusto por lo mostrado.
Coincidiendo con el repunte económico fue tiempo de grandes producciones
nacionales e internacionales; recuerdo haber ido hasta cuatro y cinco veces al
cine en una semana. Ahora, que estoy jubilado y podría dar rienda suelta a mi
cinefilia, me ha tocado revivir la etapa de la prohibición, la diferencia es
que en vez de ser a causa de un tijeretazo en la cinta a cargo del CCC (Consejo
de Calificación Cinematográfica), lo prohibitivo es el precio de las entradas.
Sandra Monteverde Ghuisolfi
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