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ENTELEQUIA INSOSPECHADA.
Definitivamente aquella
era la sociedad del estrés. Bastaba con detenerse a contemplar la realidad para
hallar en los rostros la zozobra que el día a día afligía ya no solo al
urbanita, sino hasta al más recalcitrante provinciano, que veía cómo esos
tiempos modernos le habían ganado la partida a todo cuanto supusiera una vida
sosegada.
Lo accesorio se había
convertido en necesario, pues de repente era más importante conocer en tiempo
real la humedad relativa de Singapur que saber si a nuestro interlocutor le
marchaba todo bien. Los niños llevaban los pantalones impecables y las tiritas
eran cosa del pasado; los adultos ni se miraban al cruzarse, pues el mundo que
tenían entre sus manos superaba con creces al que le ofrecía la calle de cualquier
populoso barrio. Hasta el cine se tenía en casa ¡al carajo con tener que
arreglarse para salir, gastar dinero y aguantar a algún amigo pesado que uno se
pudiera encontrar!...
Terminó la película y
Paula asió a Cipriano por el brazo al abandonar la sala.
- Se han pasado de
futuristas, le dijo ella.
- Más bien ha sido
ciencia ficción, respondió él.
Era el mes de mayo de
1986.
Rafael González Casero
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