“ENCADENADOS” AL PASADO
Viendo
por enésima vez “Encadenados”, de
Alfred Hitchcock, Anabel recordó, con abundancia de detalles, cuándo y dónde había
visto la película por primera vez. Aquel día nació en ella su fervor por el
orondo cineasta británico, un fervor que le condujo en los siguientes años a disfrutar de toda su filmografía. Aquel día, el de la
vez primera, vio “Encadenados” en un
cine-club universitario porque Ángel, a la sazón su novio, se empeñó; era su
película predilecta.
El
noviazgo se rompió un año más tarde de manera poco amistosa. (Ángel, a horas
intempestivas, veía e interpretaba otra clase de películas en la casa de Pilar,
una rubia platino amiga de Anabel).
Hasta el día de
la enésima vez, hoy, Anabel estaba convencida de que la relación con Ángel,
aparte de una terrible decepción, no había dejado rastro en su memoria. Se
equivocaba. “Estamos encadenados a nuestro pasado, y el amor, con sus vaivenes,
siempre deja huella”, se dice Anabel, con ojos vidriosos, al par que, en la
pantalla del cine de la residencia de
ancianos “La Edad Dorada”, Alicia (Ingrid Bergman) y Devlin (Cary Grant) huyen a trompicones del
cubil del siniestro Alexander (Claude
Rains) y su egocéntrica madre.
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