MÉLIÈS EN LAS MANOS
Se irá de vacaciones a Menorca, ya lo tiene todo
preparado. Sentada en el borde de la cama inspira profundamente dejando que la
tensión de los últimos meses vaya desapareciendo, porque lo que intuyó y lo que
tanto deseaba que no sucediera, sucedió. A sus 53 años, y llevando 37
trabajando en un laboratorio cinematográfico, la envían al paro. Una de las
pocas artesanas que queda capaz de tener un Méliès en las manos sin que éste se
desangre. Chomón, Buñuel, Berlanga, entre otros, han pasado por su mesa con lo
único que quedaba de sus obras, los negativos de sus películas, maltratados por
el tiempo y la historia.
“Ahora podrás dedicarte a otra cosa”, le dijeron.
No contestó. Recogió sus cosas y al cerrar la puerta del laboratorio le dolió
el pecho.
Sentada en la cama, con las maletas a un lado, quiere
olvidar lo sucedido y mira el teléfono, por si la llaman… Se acabó el contar la
historia de las películas que no se ve en la pantalla, aquella que narran las
rallas, las colas, los empalmes, las manchas…
Aún no lo sabe, pero el teléfono sonará y volverá
a su oficio, a tocar el buen cine.
Sofía García Martos
No hay comentarios:
Publicar un comentario