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UNA VIDA DE PELÍCULA
Un
tal ciudadano Kane siguió el camino de baldosas amarillas en busca
de las luces de la ciudad que se dibujaban a lo lejos. En su odisea
personal estuvo bailando con lobos, cantando bajo la lluvia, y doce hombres sin piedad le enseñaron que
la vida es bella, que a un ladrón de bicicletas no lo mueve
necesariamente la perversidad y que,
en estos tiempos modernos, matar
a un ruiseñor persiguiendo la quimera
del oro únicamente se paga con cadena
perpetua.
Un
bonito amanecer, al volver la vista atrás, se supo con la muerte en los talones, y lejos de
pensar en su perdición, se alegró
profundamente, pese a no haber alcanzado su destino, de no haber cogido aquel tranvía llamado deseo y haber seguido
esos senderos de gloria hasta alcanzar
el merecido crepúsculo de los dioses,
donde uno ya no se preocupa por lo que el
viento se llevó, y únicamente se escucha ya el silencio de los corderos.
Alejandro Paredero Pérez (Murcia)
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