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RAÍCES MUY PROFUNDAS
La abuela Fátima, liberada por fin de sus múltiples ocupaciones
domésticas, pudo acompañar a su nieto Diego a una de las sesiones dobles del
Gran Cinema. En el programa de aquel viernes de agosto, se anunciaba la
proyección de “Los guerrilleros”,
película protagonizada por Manolo Escobar, el cantante favorito de la anciana.
Pero para alivio del niño, también daban el ‘western’ “Raíces profundas”, con Alan Ladd.
Diego vio las dos películas cogido de la mano artrítica de su amada abuela,
embargado por la dicha de comprobar cómo la anciana se emocionaba con las
canciones del anacrónico guerrillero, y, sorprendentemente, también con las profundas peripecias del pistolero
Shane, en su camino a la redención.
Ya
adulto, Diego vio una segunda vez “Los
guerrilleros”, por televisión. Optó por no verla una tercera; para recordar
la emotiva sesión del Gran Cinema disponía de “Raíces profundas”, película que ha disfrutado una docena de veces
desde entonces; en todas ellas ha sentido una mano trémula entre las suyas. Fue
el único día que su abuela fue al cine con él. Suficiente para que “Raíces profundas” haya ganado todos los
Oscars que la memoria de Diego ha concedido en los últimos cuarenta años.
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