Cueste lo que cueste
-“¡Nuestro camino es largo y extenso! ¡Soldado ruso,
marcha valiente!”. ¡Hurra! -gritó nuestro oficial.
-¡HURRA! -corearon al unísono tres divisiones de
infantería mientras se lanzaban al asalto.
Pero los alemanes no estaban dispuestos a rendirse. Al
instante, una lluvia de fuego cayó sobre nosotros.
-¡Son demasiados!
-¡Arkady Grigorovich, usted y dos ingenieros irán a aquel
nido de ametralladoras y lo borrarán del mapa!
-A la orden, camarada teniente.
Una orden muy difícil de cumplir...
-Alexander Vladimirov, usted... ¿Pero qué diablos se cree
que está haciendo?
En el fragor de la batalla, a veces la cadena de mando se
rompe...
-¡Camarada Alexander Vladimirov! ¡Haga el favor de
escucharme! De lo contrario...
El sonido de las bombas al caer era tan maravilloso...
-¡No es el momento para eso! Informaré de usted al
comisario político de nuestra unidad.
El comisario sería el primero en felicitarme...
-Alexander Vladimirov -volvió a decir al tiempo que
desenfundaba su arma-. Queda usted...
No pudo terminar la frase. Una ráfaga de ametralladora le
hizo callar de una vez por todas.
“Va a ser una película de propaganda estupenda” pensé
entusiasmado mientras realizaba con mi cámara una panorámica de todo el campo
de batalla.
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