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El Cine y la Tele
No, en la tele no es
igual.
Entro en el cine y
desconecto el móvil. Se apagan las luces. Silencio. Todo lo que rondaba por mi
cabeza hasta ese momento, la bronca del jefe, la emoción de la vuelta de mi hija, la extraña sensación de que mi
marido está distante, desaparecen por arte de magia. Si estuviera en casa,
pensaría que tengo que ir a la cocina a sacar la carne del congelador para la
cena. Pero no estoy en casa. Mi cabeza de mujer que siempre está en cien cosas
a la vez, por fin desconecta.
La historia, buena o
mala, aburrida o divertida, me atrapa. Cuanto más grande sea la pantalla mejor.
Grito. Lloro. Río. Casi ni parpadeo. Mi cuerpo sigue allí, hundido en el
sillón, mientras yo estoy muy lejos.
Siempre es demasiado
pronto para el FIN. Con las luces
vuelve la vida real. Qué pondré para cenar, por qué estará distante mi marido,
cómo arreglaré el lío de hoy en la oficina, cuándo llegará por fin la hora de
ver de nuevo a mi hija. No reconozco el cuerpo del sillón. Sorprendida descubro
una vez más que había más gente. Parpadeo.
Carmen Fadón Salazar
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