MIS VIEJOS AMIGOS
Unos ojos cansados
contemplaban cómo su viejo amigo, cazador de fantasmas, lanzaba su último rayo
para atrapar a ese ente viscoso y verde. El cazador, tan viejo y cansado como
el anciano, le devolvió una mirada de agradecimiento por tantos años de
amistad.
-
Lo hemos pasado bien, Bill –dijo
el anciano.
-
Mucho, ha sido divertido.
El comandante
Bowman les observaba impasible. Nunca fue muy locuaz, ni siquiera cuando
observaba las estrellas. Aunque no lo reconociera, le encantaba escuchar “El
Danubio Azul”. Hubiera jurado que el comandante esbozó una sonrisa cuando lo
puso. Junto a él, tumbado en el sofá, unos ojos semicerrados le miraban
fijamente bajo un sombrero de vaquero.
-
¿Tienes fuego?
-
No fumo, Clint –dijo
disculpándose.
Volvió la cabeza, a
tiempo para esquivar un mandoble que le pasó rozando.
-
¡Ten cuidado!
-
Lo siento. Practicaba y me puse
nervioso.
-
Seguro que sí –dijo aguantando la risa-. Guarda ese
sable láser.
Terminó de recoger
las viejas películas en sus cajas. Al día siguiente, el Cinema Herrero-París
cerraría sus puertas para siempre. José, su proyeccionista durante 50 años,
lloraba.
-
Siempre nos quedará Paris –le
susurró Rick.
-
Siempre me quedaréis vosotros
–respondió entre lágrimas.
Joseba Iturrate Gil (Tarazona) Zaragoza
1 comentario:
Al menos, siempre nos quedarán ellos. Enhorabuena a Joseba por su relato.
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