Johnny Weissmüller (Tarzán) Imagen Internet propiedad de la productora y/o distribuidora |
Una
vida de cine
Por
aquel entonces, con tan sólo cinco años, pensaba que la sabana y sus moradores
estaban a salvo bajo la protección de Tarzán, pero del verdadero, Johnny
Weissmüller. Cuyo grito todos intentábamos imitar infructuosamente. Drácula, o
sea Christopher Lee, era un tipo ataviado elegantemente con una capa. Al que,
por mucho que el infatigable Peter Cushing acabara con él, siempre había algún
siervo dispuesto a revivirlo. Sus ojos inyectados en sangre y el poder de
transformarse en niebla hacían que tus horas de sueño fueran insuficientes.
Hablando
de niebla, había otra que si te topabas con ella podía hacerte menguar, hasta
desaparecer en el infinito.
También
aprendías, como James Stewart, que cuando unas campanas sonaban era señal de
que un ángel había ganado sus alas. Y que, por muchos problemas que tuvieses,
en nada mejoraría la vida de los demás si no existieses.
Crecimos
con el cine, formaba parte de nosotros, con él nos emocionábamos. Compartía
esas historias con mi abuelo, mis padres y hermanas. Ahora lo hago con mi mujer
y mis hijos. Probablemente algún día ellos también recuerden cómo pasaron miedo
o se rieron sentados junto a sus padres viendo una película.
Ricardo Moya Salas
AQUÍ TERMINA LA PUBLICACIÓN DE LOS MICRORRELATOS DE CINE SELECCIONADOS
EN EL V CERTAMEN DE MICRORRELATOS DE CINE
"ARVIKIS - DRAGONFLY" 2014
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