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ARTÍCULO DE OPINIÓN
"El destino nos ata y nos
desata"
Por Amelia Peco Roncero
Fue en este verano de 2012 cuando
me llegó el libro: “El destino nos ata y nos desata” de Juan Calderón Matador.
Era para mí la opera prima de
dicho autor. Lo abrí al azar porque es así como me gusta descubrir un poemario
cuando me enfrento a él por primera vez. Siempre confío en ese poema elegido al
azar porque, probablemente, los siguientes sean de la misma calidad, o no.
Así fue como llegué a este libro,
del cual daré la opinión que me ha merecido su lectura. No hablaré del
contenido por coincidir en el análisis que hace Blas Muñoz Pizarro y sería
repetirme.
Sobre lo que es poesía, en estos
últimos años de cambios, en cuanto lo que es o no es una obra de arte, hay
mucho que cortar y, no siempre, ni los mismos poetas estamos de acuerdo en
definir exactamente tal concepto. Por tanto, hablaré de mi percepción, como no
podía ser de otra manera.
Como les decía, cuando abrí el
libro de Juan Calderón y leí ese primer poema: “Sentimientos” Fuerte es el viento que me empuja/ en dirección al hueco de tu pecho/.
Sentí que el siguiente verso me invitaba, por su cadencia, a seguir leyendo.
Al terminar de leer dicho poema recordé uno de los párrafos escritos, en El Nombre de la Rosa, por Umberto Eco,
sobre la belleza con respecto a la luz; cito textualmente: Porque de tres cosas depende la belleza: en primer lugar, de la
integridad o perfección, y por eso consideramos feo lo que está incompleto;
luego, de la justa proporción, o sea de la consonancia; por último, de la
claridad y la luz, y, en efecto, decimos que son bellas las cosas de colores
nítidos. Y como la contemplación de la belleza entraña la paz, y para nuestro
apetito lo mismo es sosegarse en la paz, en el bien o en la belleza, me sentí
invadido por una sensación muy placentera…
Un concepto similar me arrastró a
seguir leyendo la serie de poemas que
conforman el libro de Juan Calderón; en este caso, para mí, el sentido era más
amplio, ya que las palabras me llevaban a la luz, al ritmo, a la sintonía y a
la armonía.
Las palabras en este poemario, son
como un río que fluye, están colocadas de tal forma que tienes la sensación de
que al autor no le ha llevado trabajo ni tiempo, llegar a colocarlas tal como
están; recuerden aquello de la difícil
sencillez… Pues esto ocurre en
El destino nos ata y nos desata, en
cada uno de los poemas que lo componen. Cada palabra tiene su sintonía con la
siguiente.
Aquellos que cada día trabajamos
con las palabras sabemos lo arduo que resulta el camino que hemos de recorrer
para encauzarlas, para saber dónde has de colocar cada una de ellas para dar al
lector el mensaje que deseamos. Pero el más difícil todavía llega cuando nos
enfrentamos a un texto poético, donde el concepto ha de alinearse con la forma
para, así, llegar al ritmo.
Cuando leo un poema y el lenguaje
y la forma funcionan al unísono, cuando la musicalidad me impulsa a seguir
leyendo sin ningún tipo de tropiezo, no me cabe la menor duda de estar ante un
texto poético, como es este caso, de calidad.
Quiero felicitar desde esta
revista cultural a Juan Calderón Matador por su poemario El destino nos ata y nos desata.
Se ve en cada uno de estos versos
que Juan Calderón siente amor por la palabra. Creo que lo ha dejado patente en
este libro.
Y es que la palabra, cuando sabemos modelarla y hacerla ágil, la
convertimos en una obra de arte.
Bajo mi punto de vista, en este
poemario, el objetivo está conseguido.
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