Foto propiedad de Warner Bros |
A LA DERIVA
Transformado su infantil anhelo misionero de emular a Jeremy Irons junto a las cataratas del Iguazú, entre el deseo de aventura y el afán de poner algo de su parte por conseguir un mundo mejor, se había embarcado en aquel proyecto solidario. Iban a abastecer la biblioteca de una remota isla del Atlántico. Se sintió Adrien Brody en el S.S. Venture de camino a la isla de King Kong en algún momento del trayecto. Una furiosa tempestad marina impidió que llegaran a su destino; durante la misma, en el punto de inflexión en que la preocupación se tornó en pánico, se angustiaba creyéndose George Clooney en “La tormenta perfecta”. Lo encontraron a la deriva, achicharrado por el sol, sobre una inmensa malla flotante repleta de libros y películas. En el último momento había delirado inmerso en el mismo centro de la pira de libros que imaginó Ray Bradbury y en la que él se estaba abrasando en su desvarío de la mano de Truffaut. Siempre había afirmado que los libros y el cine habían salvado su vida. Finalmente también fueron su perdición.
2 comentarios:
Muy bonito. Gracias por todo.
Un gran final.
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