EL ORGASMO FLUVIAL DE LOLITA VALOR
Fue casi al anochecer cuando descubrí las pirámides. El guía se había pasado toda la tarde llevándonos por las distintas tiendas de artesanía para turistas: Las alfombras, los papiros, los escarabajos tallados en piedra, etc, etc, etc. Recuerdo que mientras recorría las milenarias piedras buscando con mis ojos la cima, todo mi vello se erizaba, provocándome una gran emoción.
Al bajar la vista estaba a mi lado con su vestidito gris de seda salvaje , enroscando un pequeño pañuelo en su dedo índice.
Solo hice este comentario:
- ¡Acojona, verdad...!
Sí, un poco me respondió con manifiesta timidez. Luego se perdió entre la coloreada masa de turistas y las amarillentas arenas. No volví a verla hasta que iniciamos el crucero por el Nilo.
La primera vez que vi su rodilla, fue subiendo la pasarela del barco atracado en Assuan. Su tacón había quedado aprisionado entre las gastadas traviesas de madera. Me agaché para ayudarla, indicándola que sacara el pie del zapato. Su perfecto pie quedó desnudo ante mis ojos, insinuante, obsceno, deseando ser acariciado.
- ¡Ya está! Listo para recibir a la auténtica princesa. Dese prisa en ponérselo, no sea que se convierta en calabaza.
- Es usted muy amable ¿Señor?
- Valcárcel , Tony para los amigos y las amigas guapas, por supuesto.
- Yo me llamo Lolita... Lolita Valor
- Encantado, si vuelve a quedar aprisionada en cualquier otro sitio, no dude en llamarme.
- Espero que no vuelva a ocurrir, me ha avergonzado mucho el incidente...
- Si no hubiera sido así, tal vez no nos hubiéramos conocido.
- Creo que nos vimos el otro día junto a la Gran Pirámide, se le veía muy impresionado.
- Si claro, ya la recuerdo. Bueno, ya nos veremos, hay por delante una semana entera de navegación y excursiones.
- Sí, de acuerdo, hasta pronto.
Lolita, era mujer madura, bella, un tanto provinciana, varada en esa edad donde van escaseando los tranvías. Su corsetería de la Plaza de Zocodover en Toledo, le había proporcionado un importante capitalito que estaba dispuesta a disfrutar sin privaciones. Bastante había trabajado durante toda su vida, asesorando a sus clientas, sobre la lencería que debían utilizar para que los hombres cayeran rendidos a sus pies. Consejos que por otra parte nunca pudo poner en práctica ella misma. La espartana educación religiosa que había recibido, junto al provincianismo mojigato, le habían marcado su vida para siempre. Cuando mostraba la lencería a las clientas, las desnudaba con la mirada, y las imaginaba dentro de los corsés, los mini sujetadores, las braguitas siendo deseadas y poseídas por sus machos, unos delicados, otros violentos, rasgando las prendas que se interponían a su paso hacia el jugoso botín. En varias ocasiones sintió vergüenza interior, y terminó acalorada, teniendo que ausentarse a tomar unos sorbos de agua.
Lolita había decidido probar los placeres de la vida siendo la protagonista. Egipto era su primer destino. El barco comenzaba su recorrido por el Nilo, el camarote de Lolita, quedaba justo a ras del agua y podía ver como esta chapoteaba contra el ojo de buey.
Lo primero que hizo, fue cambiarse de vestido y subir a cubierta acompañada de un ligero sombrero de paja con una cinta blanca. Apoyada en la barandilla de proa, cerro los ojos, y ofreció su cara a los besos de la brisa. Más tarde, se dejó caer en una hamaca y descabezó un fugaz sueño. Una conversación cercana, la despertó, dos veinte añeras cuchicheaban sobre la forma de seducir a los chicos y como llevárselos a la cama y que había que hacer para mantenerles interesados y darles placer. Lolita, se enganchó a la conversación, haciéndose la dormida no perdía detalle.¡Pero como era posible que aquellas “pipiolas” supieran tantas cosas! Estaba asombrada y acalorada, no pudiendo aguantar más, hizo un ademán de desperezarse para disimular, y se marchó
apresuradamente al camarote, en el caminó tropezó con alguien...
- ¡Perdone!
- ¡Pero si es usted! Lolita Valor...
- ¡Recuerda mi nombre!, pero perdone en este momento no me acuerdo del suyo
- ¡Tony! ¡Su libertador!
Mientras decía esto, el señor Valcárcel no quitaba ojo a los pechos de Lolita, que debido a su respiración agitada subían y bajaban pidiendo a gritos ser liberados del sujetador blanco de encaje.
- ¡Tranquilícese!
- ¡Hace calor!, me he agobiado y quería darme una ducha
- Muy buena idea... Y no necesita a nadie... por si resbala en la ducha, o se le atasca la cremallera del vestido.
Al oír esto, Lolita necesitó mucho de su apellido para no mirar al suelo. Una nueva fuente de calor ascendió por su cuerpo. Sobre los aterciopelados senos brotaron unas gotitas, como el rocío que cubre las flores en la alborada. Y lanzando una ardiente mirada dijo:
- Solo necesito a un hombre que me haga una mujer.
Al oír esto el señor Valcárcel quedó perplejo, le dijo que fueran rápidamente al camarote. Esperaron a no ser vistos por nadie y llegaron rebosando deseo al pequeño habitáculo. Lolita se abalanzó sobre Tony, y este comenzó a mordisquear sus apretados pechos, se desembarazo como pudo del vestido y rasgó el sostén de blonda, hundiendo su lengua entre la blanca carne. No pudiendo contener su emoción y placer, gritaba:
- ¡Manteca pura... Hummmm, manteca pura!
Lolita seguidamente desnudó al señor Valcárcel y arrodillada como una misionera, puso paz a su excitación y deseo.
La pareja, se entregó a todo tipo de posturas sexuales y amatorias. En una de ellas, Lolita quedó con las mejillas junto al ojo de buey del barco, viendo de reojo como el agua y los lotos del Nilo golpeaban la ventana , esto le causó una sensación muy placentera, como si se tratara en una doble posesión.
Seguidamente Tony se dirigió al cestito de frutas de bienvenida y exprimió varios cítricos sobre el cuerpo de Lolita. A continuación lo lamió con avidez en todas direcciones. Luego fueron juntos a la ducha para poner tibieza a su ardor. Se despidieron con un prolongado beso, y acordaron comportarse como desconocidos el resto del viaje.
Lolita, se puso el vestido de seda azul cobalto y se dirigió a cubierta. Allí le esperaba un humeante té a la menta. Se sentó en la hamaca y contempló como el sol se perdía entre el cañaveral del Nilo, mientras mordisqueaba una hoja de hierbabuena esbozando una serena sonrisa.
1 comentario:
No puede ser más placentero y aprovechado el viaje. ¿Quedan pasajes?
Besos
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