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Cibeles o los domingos de Ville D´Avray
(Serge Bourguignon, 1962)
Cibeles y Pierre reflejan en sus caras el ambiente invernal, en el bosque sombrío de Ville d´Avray. Sus paseos, el juego de sus risas dibujan caminos de melancólica tristeza.
Cibeles, brazos extendidos, cuerpo abandonado, mirada al cielo, piedra azul, lago encantado. Cibeles, sacerdotisa del misterio, gallo veleta de un campanario.
El sol ilumina el bosque. Pierre ofrece a su pequeña amiga unas piedras a modo de regalo. El sol ilumina también sus rostros con una sonrisa. Hay una perfecta unión entre los dos, una armonía llena de gracia que es la señal del amor. La actitud oferente de él, con sus manos tendidas hacia ella. La confiada alegría de ella, su ilusión, con su pequeña mano avanzando grácil sobre la mano de él y sobre las piedras, su gran tesoro. Su bella cara inclinada, el mundo y el cielo brillando sobre y alrededor de ellos, todo como escenario, al menos por una vez, de su amor cumplido.
Más tarde y ya para siempre, la esperanza de la entrega, el regalo del nombre, la fiesta y la luz, esa luz en sus rostros, conmovedoramente transformados en la hora más pura y oscura de la noche de Navidad.
1 comentario:
Romanticismo cinematográfico en estado puro.
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