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The birds
Sir Alfred no puede dar por concluido el racor de su nuevo proyecto. Pensativo, observa al detalle su habitación, su escritorio, la disposición lineal y exhaustiva de su colección de plumas estilográficas, un abrecartas fuera de sitio y el eco precipitado de su corazón. Algo no encuadra, algo está fuera de escena. Algún inadvertido problema se filtra en el encadenado lógico como cameo involuntario. Esto le afecta. No es él. No es su voz. No acepta cerrar el argumento porque siente y palpa un reguero de saliva recorriendo la comisura de sus labios, deslizándose lentamente por su garganta para terminar empapando su camisa blanca. Sus manos están ensangrentadas y van ensuciando las páginas impares del guión. Esa sangre no es ningún gag. No es ninguna broma. Esa sangre no es suya. Embelesado, mira a Melanie, a sus ojos, a su cuerpo, a sus piernas, a su postura tranquila y serena en el sillón adyacente al suyo, al corte profundo que presenta su garganta, a los borbotones viscosos que van decorando sus pechos mientras por una ventana indiscreta se acerca una gran bandada de pájaros. Cierra el escrito. Lo arroja a una papelera. Comienza de nuevo.
2 comentarios:
Gran homenaje a uno de los cineastas más importantes de la historia del cine.
Me encanta Alfred; su tipo de humor sólo entendible para algunas personas, su fama de conquistador,su peculiar forma de ver la vida. Un genio del cine. Un saludo
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