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LA DECISIÓN Enrique Conesa Gonzálvez
El teleférico se paró y quedó suspendido en la mitad del
camino.
La cabina inició un suave balanceo, y, en
ese momento, el hombre que viajaba solo notó como una sacudida electrizante le
sacudía la espina dorsal.
El pánico hizo presa en él y pensó que
deslizándose sobre el piso de la pequeña caja, quizás encontraría alivio a su
ataque de pavor.
Cuando se tendió, creyó también que las paredes del habitáculo
le aprisionaban.
Desde el suelo le pareció oír una voz
que su mente no pudo identificar su
procedencia, pero oyó como decía..
¡Estén tranquilos, en breve se reanudará el
servicio!
Quiso responder, pero la sensación de
angustia que sentía aprisionó su pensamiento impidiéndole razonar y articular
palabra.
Al cabo, la caja reanudó lentamente su
camino. Al llegar a su destino,
los encargados y receptores del transbordador, entendieron el porqué, nadie
había respondido a los mensajes tranquilizantes que habían enviado por el
interfono, ya que contemplaron, atónitos, uno de los cristales rotos, unas
gotas de sangre fresca sobre el suelo y un pedazo de camisa gris enganchado a
ellos.