Malcolm McDowell en "La naranja mecánica" de Stanley Kubrick (Foto propiedad de la productora) |
El actor ante el espejo
A Mainar Narciso, un buen actor de reparto, le acababan de dar el papel protagonista de una obra de suspense muy esperada, que iba a ser dirigida por el hombre del momento. Nervioso, con el pulso acelerado, se vestía deprisa para ir a su agencia, lugar de la firma del contrato. Sin acabar de hacerlo del todo, caminó con estilo por el pasillo hacia la puerta de la calle, mientras se anudaba la corbata. Antes de salir, como era su costumbre, se detuvo para mirarse en el espejo del recibidor. Sonrió, hizo algunas muecas, se encontraba bien. Sonó un portazo. De repente, la sonrisa se le congeló cuando se percató de que él ya no era ese hombre que acababa de cerrar la puerta de la casa por fuera. Una expresión de incredulidad le subió al rostro cuando tomó conciencia de que estaba atrapado dentro del espejo. Y un momento después, una rígida mueca de horror se le quedó marcada nada más darse la vuelta y ver su imagen repetida hasta el infinito en un espacio vacuo, desolado.
Ángel Luis Romo (Madrid)