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EL ÚLTIMO REBELDE
María Fernanda Trujillo León
Cuando, como cada atardecer, regrese su padre, él aguardará
impaciente sus ojos de lobo. Los que le regarán las mejillas (se hará el
dormido, como siempre) con la cercanía de un beso antes de regresar al monte,
justo al alba.
Y el niño lo oirá aullar hasta que lo vuelva a rendir el sueño.
La última tarde de julio se han oído tiros allá arriba y papá
no ha vuelto a aparecer.
Y el niño aúlla desde entonces.
“Tienes los mismos ojos de lobo que tu padre”, dice su madre,
quien también profiere un aullido, alto y claro, para que lo oiga bien todo el pueblo.
Todo lo que escribes es emotivo, interesante y reflexivo, este es interesante. UN ABRAZO.
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