(Fred Astaire, imagen internet) |
EL ABISMO
Marisol Antolín Herrero
Mientras su padre cerraba la tapa del baúl, Ada se estremeció una vez
más. Recogió el sombrero de copa que su padre olvidó meter junto con aquellos
objetos que le habían ayudado a
mantener al público absorto en cada teatro.
Pero la magia terminó: ni una obra, ni un
pequeño papel, ni una frase. El fracaso y la vergüenza le encerraron en aquella
habitación porque no le permitían mirar a los ojos a su hija que debió trabajar
desde los catorce años para mantener a la familia.
Ada sonrió al ver la serenidad de su padre provocada por la reciente
actuación.
Se fue porque, sin querer, había atravesado la cuarta pared.
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