Un motivo para seguir
Apresado
en susurros de una nostalgia que me tiene agotado, he tomado la decisión de poner
fin a mí existencia. Ella ya no está y el desconsuelo es un constante huracán de
tenaz agonía y caudaloso llanto.
La
noche sombría llena la estancia, el canario duerme, la espiga amarilla de la Vriesea dormita triste, si cabe, más que
su dueño; tras la hilera de películas apiladas, el hámster me observa sin
pestañear tratando de descifrar mi melancolía. Paso los dedos por las carátulas
de todas esas imágenes que me han hecho reír, emocionarme, temblar y me detengo
en una de ellas; mi preferida. El dvd vacila entre mis dedos, tibio me hace
rememorar la última vez que disfrute con él; sonrío, dejando que se lo zampe el
reproductor.
Reconozco
ser cinéfilo, adoro el séptimo arte, y por segunda vez en dos meses logra que
la nostalgia huya con las primeras secuencias; tomando la decisión, de que no
tengo prisa por poner fin a mis días.
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