En versión doblada
Entró con la
seguridad del que se siente vencedor de la experiencia, experto sabedor de
recorridos a oscuras. Si para el resto tener la fila uno era molesto
inconveniente de última hora, fue en su caso la elección de un adueñarse del
momento, sin testigos.
Y comenzó su
ritual al primer roce, el tejido ganando terreno en sus dedos, el olor ya tan
reconocible, el frío artificial concebido para una multitud que no estaba. Y
dejó de pensar de repente, mientras la voz tantas veces saboreada de la anónima
heroína del doblaje, tarea ingrata de ser otra, le envolvió y le erizó los
poros del recuerdo. Tantos años escuchándola...
Luego vino el
consabido caramelo, desenvuelto como por un ladrón que busca ser no
descubierto, censor de cualquier ruido inoportuno. Siempre lo hacía, a
sabiendas, dulzor imaginario en la boca
de su musa sonora.
Y recordó el
primer instante, años atrás, al descubrirla, y lo que vino después, holandés
errante de salas infinitas. Y él, que siempre amó ya el cine, nunca dio
explicaciones de tan extraña afición en un ciego de nacimiento.
Elvira Botella Bonilla
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