RAÍCES DE PAPEL PUBLICACIONES Y PREMIOS

lunes, 26 de octubre de 2009

EL ORGASMO FLUVIAL DE LOLITA VALOR




 EL ORGASMO FLUVIAL DE LOLITA VALOR 

Fue casi al anochecer cuando descubrí las pirámides. El guía se había pasado toda la tarde llevándonos por las distintas tiendas de artesanía para turistas: Las alfombras, los papiros, los escarabajos tallados en piedra, etc, etc, etc. Recuerdo que mientras recorría las milenarias piedras buscando con mis ojos la cima, todo mi vello se erizaba, provocándome una gran emoción.
Al bajar la vista estaba a mi lado con su vestidito gris de seda salvaje , enroscando un pequeño pañuelo en su dedo índice.
Solo hice este comentario:
  • ¡Acojona, verdad...!
Sí, un poco me respondió con manifiesta timidez. Luego se perdió entre la coloreada masa de turistas y las amarillentas arenas. No volví a verla hasta que iniciamos el crucero por el Nilo.
La primera vez que vi su rodilla, fue subiendo la pasarela del barco atracado en Assuan. Su tacón había quedado aprisionado entre las gastadas traviesas de madera. Me agaché para ayudarla, indicándola que sacara el pie del zapato. Su perfecto pie quedó desnudo ante mis ojos, insinuante, obsceno, deseando ser acariciado.
  • ¡Ya está! Listo para recibir a la auténtica princesa. Dese prisa en ponérselo, no sea que se convierta en calabaza.
  • Es usted muy amable ¿Señor?
  • Valcárcel , Tony para los amigos y las amigas guapas, por supuesto.
  • Yo me llamo Lolita... Lolita Valor
  • Encantado, si vuelve a quedar aprisionada en cualquier otro sitio, no dude en llamarme.
  • Espero que no vuelva a ocurrir, me ha avergonzado mucho el incidente...
  • Si no hubiera sido así, tal vez no nos hubiéramos conocido.
  • Creo que nos vimos el otro día junto a la Gran Pirámide, se le veía muy impresionado.
  • Si claro, ya la recuerdo. Bueno, ya nos veremos, hay por delante una semana entera de navegación y excursiones.
  • Sí, de acuerdo, hasta pronto.

Lolita, era mujer madura, bella, un tanto provinciana, varada en esa edad donde van escaseando los tranvías. Su corsetería de la Plaza de Zocodover en Toledo, le había proporcionado un importante capitalito que estaba dispuesta a disfrutar sin privaciones. Bastante había trabajado durante toda su vida, asesorando a sus clientas, sobre la lencería que debían utilizar para que los hombres cayeran rendidos a sus pies. Consejos que por otra parte nunca pudo poner en práctica ella misma. La espartana educación religiosa que había recibido, junto al provincianismo mojigato, le habían marcado su vida para siempre. Cuando mostraba la lencería a las clientas, las desnudaba con la mirada, y las imaginaba dentro de los corsés, los mini sujetadores, las braguitas siendo deseadas y poseídas por sus machos, unos delicados, otros violentos, rasgando las prendas que se interponían a su paso hacia el jugoso botín. En varias ocasiones sintió vergüenza interior, y terminó acalorada, teniendo que ausentarse a tomar unos sorbos de agua.
Lolita había decidido probar los placeres de la vida siendo la protagonista. Egipto era su primer destino. El barco comenzaba su recorrido por el Nilo, el camarote de Lolita, quedaba justo a ras del agua y podía ver como esta chapoteaba contra el ojo de buey.
Lo primero que hizo, fue cambiarse de vestido y subir a cubierta acompañada de un ligero sombrero de paja con una cinta blanca. Apoyada en la barandilla de proa, cerro los ojos, y ofreció su cara a los besos de la brisa. Más tarde, se dejó caer en una hamaca y descabezó un fugaz sueño. Una conversación cercana, la despertó, dos veinte añeras cuchicheaban sobre la forma de seducir a los chicos y como llevárselos a la cama y que había que hacer para mantenerles interesados y darles placer. Lolita, se enganchó a la conversación, haciéndose la dormida no perdía detalle.¡Pero como era posible que aquellas “pipiolas” supieran tantas cosas! Estaba asombrada y acalorada, no pudiendo aguantar más, hizo un ademán de desperezarse para disimular, y se marchó
apresuradamente al camarote, en el caminó tropezó con alguien...
  • ¡Perdone!
  • ¡Pero si es usted! Lolita Valor...
  • ¡Recuerda mi nombre!, pero perdone en este momento no me acuerdo del suyo
  • ¡Tony! ¡Su libertador!
Mientras decía esto, el señor Valcárcel no quitaba ojo a los pechos de Lolita, que debido a su respiración agitada subían y bajaban pidiendo a gritos ser liberados del sujetador blanco de encaje.
  • ¡Tranquilícese!
  • ¡Hace calor!, me he agobiado y quería darme una ducha
  • Muy buena idea... Y no necesita a nadie... por si resbala en la ducha, o se le atasca la cremallera del vestido.
Al oír esto, Lolita necesitó mucho de su apellido para no mirar al suelo. Una nueva fuente de calor ascendió por su cuerpo. Sobre los aterciopelados senos brotaron unas gotitas, como el rocío que cubre las flores en la alborada. Y lanzando una ardiente mirada dijo:
  • Solo necesito a un hombre que me haga una mujer.
Al oír esto el señor Valcárcel quedó perplejo, le dijo que fueran rápidamente al camarote. Esperaron a no ser vistos por nadie y llegaron rebosando deseo al pequeño habitáculo. Lolita se abalanzó sobre Tony, y este comenzó a mordisquear sus apretados pechos, se desembarazo como pudo del vestido y rasgó el sostén de blonda, hundiendo su lengua entre la blanca carne. No pudiendo contener su emoción y placer, gritaba:
  • ¡Manteca pura... Hummmm, manteca pura!
Lolita seguidamente desnudó al señor Valcárcel y arrodillada como una misionera, puso paz a su excitación y deseo.
La pareja, se entregó a todo tipo de posturas sexuales y amatorias. En una de ellas, Lolita quedó con las mejillas junto al ojo de buey del barco, viendo de reojo como el agua y los lotos del Nilo golpeaban la ventana , esto le causó una sensación muy placentera, como si se tratara en una doble posesión.
Seguidamente Tony se dirigió al cestito de frutas de bienvenida y exprimió varios cítricos sobre el cuerpo de Lolita. A continuación lo lamió con avidez en todas direcciones. Luego fueron juntos a la ducha para poner tibieza a su ardor. Se despidieron con un prolongado beso, y acordaron comportarse como desconocidos el resto del viaje.
Lolita, se puso el vestido de seda azul cobalto y se dirigió a cubierta. Allí le esperaba un humeante té a la menta. Se sentó en la hamaca y contempló como el sol se perdía entre el cañaveral del Nilo, mientras mordisqueaba una hoja de hierbabuena esbozando una serena sonrisa.

jueves, 15 de octubre de 2009

"CUMPLIR"

Foto de Juan Calderón Matador ( Menorca 09-2009)

    "CUMPLIR"


    En el pueblo de Casasimarro, toda la pandilla había pasado el verano bromeando con Juanvi . El muchacho, que acababa de cumplir dieciocho años, debía incorporarse a filas en octubre y “cumplir” así también con la patria. Y si de cumplimientos se trataba, también debería hacerlo con la Toribia , una morenaza entrada en carnes que acababa de llegar a la casa de placer de la “Colchonera”, mote puesto a la dueña por los lugareños, debido a la cantidad de colchones que compraba. Cerca de Quintanar del Rey tenía una pequeña casita-bar, con un gran patio ajardinado, al que había puesto de nombre “El jardín de los conejitos de colores”. Allí, en el exterior, había colocado entre las plantas conejitos de barro pintados en vistosos colores. Pero no quedaba todo ahí. Las chicas, también lucían sus partes pudendas de colorines los fines de semana; si el cliente acertaba el color de la floresta de la señorita elegida, la consumición podría salirle gratis.

    Los amigos de Juanvi habían hecho una colecta, y el regalo era pasar un buen rato con la “nueva”, de la que todos hablaban maravillas, y con la que el “peluso” se estrenaría e iría hecho un “hombrecito” a la mili. Para que el día fuera completo decidieron hacer una excursión al embalse de El Picazo, allí pasarían el día bañándose y asando chuletas, y por la noche “sábado, sabadete , camisa limpia y ...” .

    Al llegar al pantano, alguien dijo:

    - todos en bolas! y al agua, y “marica” el último!

    Se despojaron de su ropa y saltaron sobre las tranquilas aguas del pantano. Allí chapotearon, y se hicieron unas cuantas ahogadillas. Ya cansados, salieron del agua y se tumbaron al sol.

    Uno de ellos comenzó a reírse de Juanvi de una forma compulsiva, éste se incorporó y le dijo: -¿y a ti que te pasa?

    • nada ..., que con eso, la Toribia, se va a quedar a la “luna de Valencia”
    • eso luego crece, ¡gilipuertas!
    • "pues..., dale vitaminas macho, que te queda poco tiempo

    Juanvi, malhumorado, se alejó un par de metros y siguió tomando el sol.

    De pronto lanzó un grito desgarrador:

    • ¡Ayyyyyyy! , que me ha picao!, la madre que la parió

    Todos acudieron a los gritos de Juanvi.

    • ¿Pero qué pasa tío?
    • Una avispa, que me ha “picao” en los huevos, mira como se están poniendo, vamos al médico, rápido.

    El muchacho no pudo ponerse los pantalones, tuvo que ir a ver al “Rano”, pues así le llamaban al galeno, enrollado en una toalla. El antihistamínico no consiguió reducir la hinchazón hasta pasados dos días, y Juanvi, no pudo cumplir con la Toribia.

    JAVIER BUENO


miércoles, 14 de octubre de 2009

Ceremonia Entrega de Premios TAF (Certamen de Poesía Juan Calderón Matador, Certamen de Narrativa Maestro Gerardo Muñoz y Muñoz )


PREMIOS TAF 2009
Cuadernos literarios con el patrocinio de EDICIONES CARDEÑOSO VIGO
LOLA B. GALLARDO Y JULIA GALLO SANZ
GANADORAS DEL PREMIO DE NARRATIVA Y POESÍA RESPECTIVAMENTE
CELIA MUÑOZ ENTREGÓ EL PREMIO DE NARRATIVA
JUAN CALDERÓN JUNTO A LA LA GANADORA DEL PREMIO DE POESÍA JULIA GALLO
LOLA B. GALLARDO GANADORA DEL PREMIO DE NARRATIVA

LA CANTANTE MAY LUCAS TUVO UNA ESPLÉNDIDA ACTUACIÓN

REPORTAJE FOTOGRÁFICO DEL ACTO

VER VÍDEOS DEL ACTO AL FINAL DE LA PÁGINA

GRACIAS A TODOS LOS QUE NOS ACOMPAÑARON Y CONTRIBUYERON A LA EJECUCIÓN DE ESTE ACTO

lunes, 12 de octubre de 2009

GANADORES PREMIOS TAF 2009


Poema de Julia Gallo Sanz ganador del I Certamen TAF de poesía
"Poeta Juan Calderón Matador"


  NARANJAS AMARGAS
Tengo su cadáver a mis pies. Lo miro fijamente para que desaparezca pero sigue ahí, con su balazo entre ceja y ceja. Aún conserva su calor de muerto reciente y un olor a pólvora intenso y nasal que me hará estornudar tarde o temprano. Quiero dejar de verlo. Quiero que se muera más. Lo deseo con todas mis fuerzas. No puedo soportar el juicio de sus ojos, no me gustan con su mirada dulce, almibarada y ahora pétrea. No quiero escuchar otra vez la risa de campanillas bailarinas que celebran la vida en su garganta. Me molesta su alegría moribunda, así que me vuelvo sobre los talones para no verlo y de espaldas recuerdo que antes del tiro de gracia, antes de la sorpresa y el miedo era un niño perfecto sin más. Todo en mi hermano era delicado, níveo, ideal. Sus manos eran huesudas y ágiles de nacimiento. Su porte elegante. Sus pasos se recreaban en flotar etéreos a un palmo del suelo. Mi madre decía que había traído a este planeta un ser de otro mundo y lo vestía a diario con ropas de domingo y para las fiestas de guardar le ofrecía de estreno un traje nuevo. Yo me conformaba con ropas de algodón que planchaba el servicio, y con descuido, aparecía entre mi familia como un bulto agregado a un cuadro armónico y noble que podría haber prescindido enteramente de mi. Por agradar, procuraba acomodarme a los gustos familiares por los retratos de los antepasados, me afanaba con el cuidado de los caballos, con el arte de la poda de los árboles, el cálculo del riego y el estudio de las cosechas y la siembra. Yo quería que me gustasen el ahogo de la tradición, los valores morales y el peso de la culpa. Yo necesitaba que me vieran más allá de luz cegadora y vital de mi hermano y ahora no puedo dejar de verlo a mis pies, tieso como la raspa de un pescado, como una espada.
Dentro de poco el muerto empezará a enfriarse y su piel marmórea se hará transparente, violeta. No volverá a cantar con su voz de castrado, no cazará mariposas con la mosquitera y mi padre no le dirá más veces que heredará la gloria, la casa, la honra. Ya no escuchará en la radio programas de canciones dedicadas ni mi abuela podrá decirle “dame un beso, vida mía”. Vieja como es, se mustiará de pena sin su ángel. Se irá antes de lo previsto al otro barrio. Mejor, para que esperar a que el Señor la acoja en su seno.
Cae la tarde. Lo miro de reojo. Oscurece con la rapidez de octubre; lloverá pronto un agua pesada de estrellas de plomo, de agujas. Lloverá un diluvio hasta enfangar la tierra, pesadamente. En un rato nos llamarán para la cena; entonces, el hilo de sangre dejará de gotear de sus labios y no habrá mas simpatía, ni recital de versos en Navidades, ni arrullos, ni abrazos, ni cuadernos de letra refinada e inglesa que tanto festejaba mi padre. Nadie le pelará mas naranjas de postre ni lo bañara en agua de jazmines para que huela a primavera. Nadie le dará mas gusto que el de echarle encima una losa de tierra y rezarle un Ave María el Día de los Difuntos.
Me da miedo tocarlo. No sé en cuanto tiempo un muerto familiar se convierte simplemente en un fiambre. No sé casi nada de la muerte que no sea este gusto violento y feroz por pegarle dos tiros, por escuchar cada disparo como un trueno, una estampida de bestias encerradas que salen campo a través con rumbo incierto. Sigo aquí, con mi olor a cuadra y a presa distraída. Le doy un puntapié y siento que se agita como si aún le quedase un penúltimo aliento. No es muy grande. Si no lo buscasen quizá no lo verían hasta pasar un mes o dos. Detrás de esos matorrales no es demasiado visible pero yo sé que está aquí como mi nudo en la boca del estómago, como un manojo de hebras verdes, de hojas de enredadera que se agarró a las paredes de mi tripa la tarde en que mi padre dijo: “Es un varón. Un heredero”. Me sube hiel hasta los dientes y chirrían. Tengo frío. Quiero que nos busquen para cenar. Que lo encuentren, que lo vean. Quiero que me pregunten y no decir nada. Despacio empiezo a ensayar las lágrimas y mi dolor de mentira. Dejo sobre las hojas secas la escopeta. Quiero mi herencia, mis vestidos nuevos y su caligrafía de letra inglesa. Quiero comerme los gajos de sus naranjas amargas y que me den a mi los besos que le daban. Quiero que empiece a oler mal y que no haya baño de jazmín que lo remedie.
Un golpe de viento eriza la hojarasca a su alrededor. Me agacho para comprobar que no respira. Me bajo las bragas, meo y huele muy fuerte, a meada de espárragos. Un líquido amarillo se escurre por la hierba como un riachuelo y le moja la mano derecha. La toco y está helada. Es la hora de la cena y han empezado a llamarnos. Nos buscan con luces de candil mientras a lo lejos gritan nuestros nombres. El tazón de leche con sus magdalenas estará dispuesto en la mesa. El muerto no dice nada. Yo me tumbo a su lado, me acurruco junto a él sin piedad y espero a ver la desesperación de mi madre. Quiero que nos encuentren pronto. Tengo hambre y el otoño viene frío.

Lola B. Gallardo

JUAN CALDERÓN PUBLICA UN NUEVO LIBRO "LA NOCHE QUE MURIÓ PACA LA TUERTA"




¡¡ NUEVO LIBRO DE JUAN CALDERÓN !!
LA NOCHE QUE MURIÓ PACA LA TUERTA Ediciones Cardeñoso, de Vigo, acaba de publicar el libro de relatos La noche que murió Paca la tuerta, de nuestro compañero Juan Calderón Matador. Ésta es su primera incursión en solitario en el campo de la narrativa, aunque ya había sido incluido con anterioridad en diversos libros colectivos. Ofrece una colección de veinticinco relatos y microrrelatos, algunos de ellos premiados, de los que opina su prologuista, el catedrático de literatura don José López Rueda, que son muy interesantes y manejados hábilmente por el autor. Casi todos ellos están enmarcados dentro de la literatura fantástica, abundando las intervenciones sobrenaturales.
¡ENHORABUENA! Y MUCHA SUERTE TE DESEAN TUS COMPAÑEROS DE TERTULIA

http://www.hoy.es/20081223/sociedad/juan-calderon-publica-primer-20081222.html

( Enlace a noticia en Diario HOY de Extremadura )

LA MUJER DE LA BOQUITA ROJA ( Relato del libro El día que murió Paca la tuerta) Fernando, reconocido vidente, había tenido una larga jornada de consultas. Cada día eran más las personas que le visitaban, ansiosas por obtener un adelanto del futuro. La última paciente de aquella tarde era una simpática chica rubia, de silueta perfecta bajo el vestido camisero a cuadros escoceses. El adivino no tuvo ningún problema para bosquejarle acertadamente el pasado. La chica, gratificada por aquella demostración, abrió las puertas de su interior para que el hombre pudiera ver hasta sus rincones más ocultos. Todo transcurría con normalidad. Fernando se sentía relajado frente a aquella persona que no oponía resistencia alguna. Le habló del presente, de su esposo, sus hijos, el trabajo... Una nueva tirada de cartas, esta vez para el futuro. El semblante del veedor se ensombreció. ¿Qué había visto que le hizo mirar sorprendido a los ojos de la chica? Volvió a consultar las cartas, luego le pidió las manos. La chica las mostró. Se confirmaba su visión. El hombre calló y pasó a otros temas. Después de aquella última consulta, Fernando hizo una pequeña relajación tratando de borrar cuantas imágenes se habían acumulado en su mente a lo largo de la jornada. Tomó una ducha rápida y salió presuroso de la casa. Se le hacía tarde para acudir a la cita con unos amigos. A aquella hora Madrid tenía un tráfico caótico, por lo que decidió usar el Metropolitano. Aguardaba en la estación cuando sintió necesidad de dirigir la vista hacia un punto concreto del andén contrario. Aquella mujer le llamó poderosamente la atención. ¿Dónde la había visto antes?, se preguntaba. No era especialmente guapa, ni fea, pero su magnetismo era absoluto. “¿Qué es lo que me llama la atención de ella? Quizás sea su boquita tan roja, contrastando con la piel tan blanca o, tal vez, ese algo misterioso de su mirada.” Llegó su tren. Mientras se alejaba aún siguió mirándola, hasta desaparecer en el túnel. Al detenerse en la siguiente estación, Fernando no podía creer lo que veía. También allí, en el andén contrario, estaba la mujer de la boquita roja. ¿Cómo era posible? El vidente pegó sus ojos a los cristales de la ventanilla, dudando que fuera cierto lo que veía. Será otra persona que se le parece, pensó. El tren reanudó su marcha. Una nueva estación y allí estaba ella otra vez, con su boquita roja, su piel blanca, su mirada misteriosa... Demasiadas coincidencias, reflexionó Fernando. Su desconcierto iba en aumento. Observó a los demás usuarios. Nadie la miraba, ni daba muestras de sorpresa. Tendré que reducir el número de consultas o me volveré loco, se decía. Absorto en estos pensamientos, el tren desapareció por un nuevo túnel, sin que él dejase de mirar hacia el andén contrario donde permanecía la extraña mujer. La historia se repitió en la próxima estación y en la siguiente. Sus nervios no aguantaban más. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué misterio era aquel? Aunque aún no había llegado a su destino, se apeó. Acelerado subió las escaleras, rebasó un pasillo y bajó otras escaleras. Ya estaba en al andén contrario. La mujer también estaba allí. Se dirigió a ella. -¿Quién es usted, señora? La he visto en todas las estaciones por donde he pasado. ¿Quiere decirme algo? ¿Por qué me mira así?, responda, por favor. Los usuarios le observaban con sorpresa al verle hablar a un espacio vacío, e intercambiaron una sonrisita de complicidad. –Diga algo, se lo ruego. Sé que la he visto anteriormente en alguna parte, pero no consigo recordar dónde. ¿Nos conocemos? -Es posible que usted me conozca a mí. Yo a usted aún no le conocía, aunque le puedo asegurar que, antes o después, nos conoceremos muy íntimamente. Ahora vuelva a su andén, este no es su tren ni su momento. No me siga. En ese instante hacía su entrada el convoy. Se detuvo para evacuar y recoger nuevos viajeros. En el último instante, cuando las puertas comenzaban a cerrarse, Fernando vio llegar corriendo, cargada de paquetes de unos grandes almacenes, a la chica del camisero a cuadros escoceses, su última clienta de aquella tarde. Ella no le vio. Consiguió penetrar a medias en el tren. La puerta estaba prácticamente cerrada. La mujer de la boquita roja se acercó a la chica. Fernando creyó que quería ayudarla a penetrar en el vagón mas, para su sorpresa, comprobó cómo la retenía por un brazo. La puerta quedó definitivamente cerrada, aprisionando el cuerpo de la muchacha, medio dentro, medio fuera. La mujer de la boquita roja, haciendo gala de una fuerza insospechada, le desgarró un brazo y una pierna al arrancar el tren. Los miembros cayeron al foso de las vías. La mujer sonrió con la satisfacción de la misión cumplida. En aquel instante, el vidente recordó que aquella cara era la que tanto le asustó en las cartas de la muchacha. Para entonces la misteriosa mujer había desaparecido de la estación.

El libro se puede solicitar contra reembolso de 12€ al e-mail: jcalderonmatador@gmail.com
Más informacion en blog literario de Juan Calderón http://poesiaynarrativajuancalderon.blogspot.com/