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NADA SERÁ
IGUAL
Gabriel Pérez Martínez
No sé cómo resisto. Llevamos varios días con un silencio que me agota.
El estático salón, ya no guarda constancia del piano, ni del tintineo de las
figuritas de cristal de bohemia, ni de las luces que se apagan y encienden
solas. La cocina, sin sillas arrastradas, ni comida volando entre sombras de
reproches, no es la misma. La casa no es la misma. Ni Julia lo creería. Nos
faltan nuestros muertos. Parece que se han ido sin despedirse. Y yo no aguanto
este ruido sordo de puertas cerradas.
Aún peor que el miedo es la pena, ¿no crees, mamá?
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