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LOS NERVIOS DEL ESTRENO
Raúl Garcés Redondo
Era el crítico de cine más temido de la profesión. Y aquella noche ahí
estaba, en primera fila, con gesto adusto, pluma y papel en mano. La película
pretendía ser, según explicaba el director, un homenaje al denominado Spaghetti
western. Rodada en el desierto de Almería, no faltaba un solo detalle: la
oficina del sheriff, el banco, el saloon con coristas, partidas de póker y
peleas en una coreografía de puñetazos, sillas y botellas rotas. En la escena
final del duelo, con el sol en lo más alto y los vecinos tras las ventanas, al
protagonista le tembló el pulso, debido tal vez a la presión de sentirse
observado, y la bala se perdió en la penumbra del patio de butacas. Al momento,
un leve quejido y el golpe seco de una estilográfica y una librera contra el
suelo.
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