Sesión
de tarde
Había llegado el momento de la
despedida, Antón viajaría en busca de la
felicidad, no estaba dispuesto a pasar los
lunes al sol.
En su equipaje, como buen aficionado al
cine, un pequeño reproductor y decenas de películas que le acompañarían en las noches de tormenta.
–Serán nueve meses –dijo el padre– Nunca pienses que has perdido el
último tranvía, afortunadamente, la vida es bella. ¿Quién no ha querido nacer libre y crecer en un mundo perfecto, tú eres el buen hijo que desea un buen padre? No
te preocupes por nosotros, hay que luchar
con coraje y lo haremos con todas
nuestras fuerzas hasta el regreso. ¿Quién
no ha deseado un desayuno con diamantes
o que la fuerza te acompañe? ¿Acaso crees
que nunca he estado al borde de un ataque
de nervios o he sentido la muerte en los talones? Tú has de volver y tendrás la gran boda que
deseas. Querido Antón, amanece, que no es
poco. Hay veces que la realidad supera la ficción, pero siempre hay tiempo para reír.
Los
abrazos rotos pusieron
el punto final a la amarga despedida.
El avión inició el despegue. Tras la
introducción comenzó la película.
María Helena Sánchez Álvarez
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