Segundas partes nunca fueron
buenas.
—Me suena tu cara —le dijo la mujer con una copa en la mano
mientras sonaba la música dentro del bar.
—Es un rostro muy corriente —replicó él.
—No. Estoy segura de que te he visto antes.
Tras unos segundos, ella frunce el ceño, pone la palma de
la mano debajo del mentón e intenta recordar.
—¡Ya sé! Tú eres ese actor. Si hombre, el que trabajó con
Paul Newman y Lauren Bacall.
—Se equivoca.
Y con esa excusa comienzan a hablar, a contarse
cosas de sus vidas. Después de media hora, la mujer le guiña un ojo:
—Si quieres, guapo, podemos seguir con esta
conversación en otro lugar.
Cinco minutos más tarde los dos están
besándose, tumbados encima de una cama en una habitación de hotel.
A la mañana siguiente, una sombra descorre la cortina de la
ducha, levanta el cuchillo y lo hunde repetidas veces en la mujer. La sangre se
va por el desagüe.
Creía, que estaba curado, pero Norman lo ha vuelto a hacer.
Rubén Gozalo Ledesma (Salamanca)
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