Ginger Rogers en el Film "Gold Diggers" 1933 (Foto doctormacro.com) |
SALA
TRES
Odio
las palomitas, no me gustan sus formas caprichosas, su color blanco y su
corazón negro, su capacidad para reírse de mí. Se esconden en cualquier rincón,
entre los asientos y los respaldos, debajo de las butacas, por los pasillos...
A veces, incluso, me amenazan burlonas adheridas a la tapicería. “Date prisa,
Jenni”, dice el encargado, “la sala tiene que estar limpia a las tres”. Él no
sabe que un día seré actriz, que interpretaré grandes películas, que dejaré las
huellas de mis manos en el Paseo de la Fama, que quizá reciba un Oscar. “Los
chicles, Jenni, no los dejes por ahí pegados, arráncalos aunque sea con las
uñas”, ordena. Yo obedezco, y con una pequeña navajita trato de despegar toda
esa mierda. No me importa. Es como interpretar un papel, el papel de chica de
la limpieza que espera su oportunidad. “¡Jenni, no te duermas!”, exclama enojado
cuando me ve agarrada a la escoba como si fuera Ginger Rogers a punto de
iniciar un baile de salón. No me altero. “Yo seré actriz, él no pasará de encargado”,
me digo tranquila mientras escucho sus gritos y despego de una butaca la última
palomita de maíz.
Maribel Romero Soler (Elche) Alicante
Son un incordio las palomitas de maíz, sin duda. Qué bonito es soñar, cuando se es uan joven muchacha de la limpieza. Enhorabuena a su autora por la publicación.
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