El beso del vampiro.
Mi vida cambió el día que vi un beso de vampiro en el cine. Los demás lo llamarán mordisco, pero estaremos de acuerdo que, en el cine, los mordiscos de vampiros son tan sensuales como los besos; con ese hilito de sangre deslizándose por un largo cuello sugiriendo el acto de iniciación sexual de la víctima a manos del verdugo.
El caso es que, mientras mis amigos aprendían cómo besar a las chicas con Bogart, Gable o Granger – eran muy clásicos – yo no me perdía ninguna de Lee, de Christopher Lee, claro; porque cuando besaba conseguía que las protagonistas se derritieran de placer. En el guión seguro que ponía: “la protagonista muestra el cuello y mientras Christopher muerde pone cara de morirse”. Sí, ya, de morirse..., pero de gusto.
Estaba claro el modelo a imitar. El problema surgió cuando la imitación dejó paso a la perfección y los besos de cine se convirtieron, en besos reales. La ficción se mezcló con la realidad hasta no saber cómo distinguirla mientras mis dientes profanaban esos lánguidos cuellos... La sociedad no me lo permitió. Y aquí sigo, recordando como mi vida cambió el día que vi un beso de vampiro en el cine.
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