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El Sr. Coolie
Al Sr. Coolie le entusiasmaba el cine. Simplemente, se dio pronto cuenta de que todo lo que existía fuera del cine eran como unos ensayos generales de lo que luego vivía dentro. Él recopilaba la información y en la sala se orquestaba con total precisión lo almacenado en toda su plenitud. Allí era el hombre, el soldado y el poeta que en su vida real no podía completar.
En su 54 cumpleaños sufrió la mayor decepción de su vida. En la puerta del cine, un nefasto y somero cartel anunciaba su cierre. Aturdido, entró en el primer café que vio, pidió un tazón de leche y se sentó.
-Pero, ¿por qué habrán cerrado el cine?
No fue él quien habló. A su lado, ante un tazón de leche casi vacío, una señora de mediana edad con unos ojos llorosos, grandes y azules, abría y cerraba la boca.
El Sr. Coolie miró al frente y fue en ese momento espectador de excepción de cómo el hombre, el soldado y el poeta cobraban vida ante el espejo del bar. Era el más perfecto y hermoso travelling del que había sido testigo nunca. Con una sonrisa triste pero pícara, dijo:
-¿Estás hablando conmigo?
Carlos Isidro Fernández Carbonell (Castellón)
Muy buen relato. Desde luego, me ha encantado la fotografía elegida, aunque también produce tristeza. Abrazos.
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