"PREJUICIOS Y COMPLEJOS"
Reseña sobre el libro de Juan Calderón Matador "Cuando duerme Guardamar"
Contra
los prejuicios y complejos más arraigados en los ambientes sociales, de campo y
de ciudad, suele esgrimir su pluma el autor de la obra. Lo hizo en otras
anteriores, como La noche murió Paca la tuerta, El señorito
Antonio o Veinte historias amables más un garbanzo negro (narrativa)
y Ritos de la memoria, Eco de niño para voz de hombre o Sirenas
de pecho herido (poesía), por recordar sólo algunos de sus títulos. Si
se denuncian también otras injusticias (explotación laboral, xenofobia,
etnocentrismo, vacuidad política, recortes económicos), Cuando duerme
Guardamar se escribe fundamentalmente contra el maltrato que sufren
(aún, pese a lo mucho avanzado)
las personas homosexuales, consideradas enfermas o minusválidas – si no cosas
peores -, aberración no pocas veces presente en la conciencia de las propias
víctimas.
Se
trata de un conjunto de treinta y seis narraciones cortas, a las que Antonio
Álvarez Gil ha puesto un lúcido prólogo, fechado en Guardamar del Segura,
población visitada con asiduidad por Juan Calderón (Alburquerque, 1952).
Aunque temáticamente unidas, se dividen en cuatro secciones con distinta
estructura formal. “Playas de mar abierto” reúne ocho relatos, algunos bastante
extensos, casi todos con un guiño último, para sorpresa de los lectores; me
gustaría destacar el que titula “La pintada”, una alegato contra el
antisemitismo todavía vigente entre los españoles, con presumible fundamento en
experiencias vividas por el autor (como lo son otras piezas de este puzle
literario). Son sólo tres las teselas allegadas en “Callejones de erotismo”,
cuyo explícito alcance se desenvuelve con absoluto desenfado en la inicial,
“Doris, Juan Manuel y el toro”. El siguiente capítulo, “Rincones
oscuros de amor” (homenaje a Lorca), ofrece, según destaca atinadamente el
prologuista, hasta once historias “cuyos protagonistas tienen en común el hecho
de sufrir o haber sufrido la incomprensión, y hasta el desdén, de buena parte
de las personas de su entorno social e incluso familiar”. Entre estas últimas,
los hombres “muy machos” suelen ser los verdugos de los homosexuales (hasta de
su propios hijos), amparados tal vez por quien menos cabría imaginar, por
ejemplo, una abuela sabia y compasiva. Concluye la sección con “El señorito
Antonio”, cacique que los lectores de Juan Calderón ya conocíamos, un monstruo
destruido al fin por la víctima de sus incontables vejaciones. En “Ruta con
baches” es donde, para mí, el escritor alcanza los mayores niveles; entre sus
catorce piezas, concisas, desnudas, sugerentes, repletas de humor irónico, las
hay magistrales, como “Escritora sin musa” (el hombre resulta un estorbo para
el desarrollo de la mujer), “El discurso del candidato” (crítica del lenguaje
vacío), “Quirófano” (crónica de una tremenda venganza), “La uña rota” (broma
burlesca, y pícara) ; “Veinte cartas” (pleno de ternura y piedad) o “Complejos
provincianos” (ingeniosa diatriba contra la estupidez de un alcalde
prepotente).
Criado
en su pueblo natal y residente en Madrid hasta jubilarse como bancario, Juan
Calderón ha hecho incursiones por terrenos múltiples: pintura, cine, música,
galerías de arte, teatro, promoción cultural, ediciones, etc., sin que su
ímpetu creativo, con más o menos fortuna, parezca tener límites.Desenfadado,
imaginativo, iconoclasta, rebelde y a la vez tolerante, con numerosas heridas
que él mismo se encarga de no cerrar en falso, es sobre todo un excelente
narrador, según demuestra de nuevo con este libro.
Juan
Calderón Matador, Cuando duerme Guardamar. Vigo, Ediciones Cardeñoso, 2015.
Deseando leerlo. Abrazos.
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