EL
PROTAGONISTA
El anciano entró en la sala. Era el
primero que llegaba. Desenrolló la cuerda que llevaba en una bolsa. La
consideró útil para lo que estaba destinada.
Una joven vivaracha, con deseos de
repartir alegría entre los demás, penetró en la sala. Se acomodó cerca del
anciano. Comenzó a hablar mirándolo.
—Esta película la he visto dos
veces, pero me gusta tanto que voy a verla una vez más —dijo.
—Sí, es buena, pero el cine no es
ya lo que era —replicó el anciano.
—La crisis está haciendo estragos.
Pero no podemos dejar morir el cine. ¡Ah, su rostro me es conocido! ¡Usted es
el protagonista de esta película!
El anciano sonrió complacido. La
muchacha se levantó, lo besó y le devolvió la sonrisa. Se sentó a su lado y
comenzaron a hablar de cine en toda su extensión. El anciano explicó a la joven
las acciones más importantes del film.
Cuando acabó la proyección,
salieron juntos comentando algunas escenas. La joven acompañó al anciano a la
residencia. Él había olvidado en la sala la cuerda con la que tenía pensado
colgarse al acabar el largometraje. La muchacha, con su alegría, consiguió que
desistiera de su propósito.
Encarna Gómez Valenzuela
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