Buster Keaton (Foto Internet) |
EL
PROYECCIONISTA
El haz de luz dividió la oscuridad en
dos mitades idénticas, provocando el silencio. Melancólico, observó desde la
ventanilla los sutiles perfiles de una sala que se hallaba sumida en su
habitual opacidad. A su espalda, los platos no cesaban de girar. Lo hacían por
última vez.
Cuando el viejo cine fue demolido para
renacer como hotel de lujo, algo se resquebrajó en el corazón de aquel operador
de proyección que, durante más de cuarenta años, había desnudado los
sentimientos y emociones de miles de personas. Despojado de su vida,
desapareció sin dejar rastro. Algunos lo situaron en un apacible retiro
costero. Otros, en un hospital mental. Hubo, incluso, quien afirmó que había
sucumbido entre las ruinas del inmueble el fatídico día del derrumbe.
Un vetusto proyector, convertido en
ornamento para el salón de conferencias del hotel, era el único testimonio de un
pasado que no había sido engullido por una ciudad ávida de suntuosidad. Sin
embargo, cuando ese recinto cerraba sus puertas al anochecer, un fulgurante
resplandor quemaba sus resquicios, y el trepidante sonido del celuloide se
acomodaba como huésped de la primera planta.
Juan Morales Gallo ( Santa Cruz de Tenerife)
Juan Morales Gallo ( Santa Cruz de Tenerife)
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