El maravilloso embrujo del cine me libera de la infame realidad, haciéndome volar lejos, muy lejos. Me introduce en una burbuja y sopla fuerte hasta que esta se descompone para caer plácidamente en su mundo. Sentado en el suelo de mi celda, soy un Steve McQueen que hace rebotar incesablemente su pelota de béisbol en la “nevera”, el cuarto de castigo de un campo de concentración nazi. Suelo, pared, guante. Suelo, pared, guante. Así todo el tiempo hasta que el oficial de la araña en el brazo, que no es otro que mi carcelero, ordena el fin del enclaustre. Roto el hechizo, contemplo en los mohosos baños de la prisión las cicatrices físicas que llagan mi cuerpo. Las morales, me estrujan el alma hasta hacerme vomitar. Nadie de aquí te quiere bien. Estas maléficas creaciones de hormigón que, como apestados, nos aíslan de la sociedad, tienen un blindaje especial contra el amor y la compasión. Afortunadamente, cuando cae la noche, vuelvo a meterme en la curtida piel de McQueen para deslizarme por el estrecho túnel subterráneo y atravesar la alambrada. Ya afuera, tomo prestada la vieja motocicleta y reclamo mi libertad atravesando caminos polvorientos que huelen a vida.
Me ha alegrado mucho ver como mi relato, tan bien aderezado visualmente, se ha difundido en este blog. Muchas gracias y un saludo a Javier Bueno y a Juan Calderón.
ResponderEliminarMuchas gracias Juan por tu comentario. Personas como tú animan a seguir haciendo cosas.
ResponderEliminarUn cariñoso saludo, y esperamos contar con tu participación en el certamen de microrrelatos del año que viene.
Juan Calderón & Javier Bueno